Idas y venidas

He notado que en cada ruta que tomo tengo ciertas manías características. Pero generalmente en las mañanas prefiero sentarme junto a la ventana para ver pasar el trayecto, la gente corriendo con sus perros, los que manejan mientras beben su café, y mi reflejo en el acrílico del micro.

Por la tarde la cosa es bien distinta, generalmente elijo un asiento de pasillo, no me gusta ver mi reflejo en la tarde con la mueca cansada y el pelo vuelto un caos, tampoco me motiva asomarme por la ventana para ver lo que quiera que pase a esas horas en las calles. En los trayectos vespertinos me asomo hacia adentro y fantaseo con mil cosas, incluso muchas veces me quedo a punto de perder la esquina en la que bajo por ir sumida en mis pensamientos.

En las mañanas me gusta caminar rápido y con energía, contemplando de reojo mi imagen en las vidrieras, mirado por unos segundos los rostros que se cruzan en mi camino.

Durante las tardes camino con pasos largos pero pausados, algunas veces me detengo pues correr con tacones todo el día me tiene los pies fastidiados. Evado mis ojos del reflejo de las vidrieras, pero no puedo evitar criticar mi imagen que me persigue. Casi no me doy cuenta de con quien me encuentro, mis ojos se clavan en el camino y si el sol empieza a caer disfruto ver a mi sombra hacerse grande o hacerse chica cómplice de mis pensamientos.

La ida o la vuelta son completamente distintas, y no solo en trayectos también a lo largo de la vida, generalmente cuando vamos todo nos da una gran curiosidad, tenemos energía de sobra para enfrentar lo que venga delante, pero cuando volvemos de la aventura tenemos un ánimo más reflexivo, tratando de hacernos dueños y procesar lo que hayamos vivido, quizá todo se resume enun ir y venir con la actitud adecuada.