lunes, junio 21, 2010

La Serpiente de CU

Hay días, como hoy, que lo único que quisiera es irme a la Serpiente de CU con algún buen libro y quedarme como Humpty Dumpty viendo pasar el tiempo y descifrando mis letras. Creo que lo que más extraño de mi etapa de estudihambre era el poder simplemente escaparme cuando me comenzaba a sentir agobiada, tomarme un par de horas y volver renovada a enfrentarme a lo que viniera, un examen complicado, un mal de amores, o lo que fuera.
Algunos de mis escritos más sentidos los hice justo ahí encima, en muchos se podían ver las huellas que algunas lágrimas dejaron sobre el papel. Cuando creía que no podía contener en mi pecho tanta impotencia el aire que la rodeaba se llenaba de mi grito. Si alguna vez tenía que elegir y la competencia era cerrada sus piedras siempre me ayudaron a tomar la mejor opción. El día que no quería compartir con ningún mortal una alegría prohibida fue en sus jorobas donde pasé horas sentada con una estúpida sonrisa pintada en el rostro.
La serpiente de CU fue mi cómplice y mi apoyo en momentos buenos y malos, privados o públicos. Confidente de los secretos que me hacían vibrar para después derrumbarme. Fiel guardián de mis triunfos y derrotas.
Hace tanto que mis manos no acarician su roca, que mis pies no la recorren entera. Hace tanto que no estoy a solas con una de mis mejores amigas y la extraño.

viernes, junio 18, 2010

La Llamada

Tenía la esperanza fatigada y los sueños arrumbados, el tiempo parecía repetirse en un ciclo infinito, había perdido la confianza en retomar el rumbo. Su vida era todo lo habían soñado para él, pero estaba lejos de ser lo que él hubiera querido. Un par de errores, aparentemente sin importancia, cuando era un chamaco lo habían situado en el camino que hoy entendía equivocado.
Sentado frente a la computadora drenaba su amargura escribiendo versos de amor para una Ella prohibida, mientras el café se enfriaba sin haber sido probado. Cerró los ojos e imaginó su cara, el gesto de fastidio que cada mañana se dibujaba en su rostro al llegar a la facultad, la mirada severa que lo dejaba sin palabras, los labios sin sonrisas que hace tanto no había besado. Hacía ya tantos años que lo habían intentado y dejado sin entusiasmo que no entendía como podía seguir pensando en Ella, siempre en Ella y solamente en Ella.
El viento y la lluvia azotaban la ventana y él contenía el deseo de abrirla y aventarse de cabeza al vacío, para alguien con el corazón desolado no había diferencia entre el ahora o el mañana. Sonrió con desdén mientras pensaba que tampoco de eso sería capaz, si no tuvo los huevos para hacer una llamada hace 10 años menos los tendría para terminar con su vida hoy. Derrotado nuevamente volvió la vista al cursor que parpadeaba en la pantalla.
La soledad le caía mal, lo obligaba a pensar y a enfrentarse a sus demonios. Tres o cuatro semanas al año se quedaba solo pues el trabajo de su esposa la obligaba a atravesar el océano, la diferencia de horas hacía muy escasa su comunicación en esos días, de forma que sin poder ni querer evitarlo fingía que ella no existía.
Y eran justo en esos días cuando Ella volvía a tomar fuerza en su mente, comenzaba por adueñarse de sus sueños y terminaba por invadir cada segundo de su vigilia. Más de una vez terminó enredándose entre sábanas con alguna mujer que le recordara a Ella. La poseía con furia, con coraje, queriéndose cobrar el tiempo perdido, pero al terminaba nuevamente decepcionado pues no era Ella. Era, en el mejor de los casos, una mala copia que el cerebro había fabricado para mostrarle la realidad en el peor momento.
Así, entre la farsa de un matrimonio exitoso y sus clandestinas aventuras de cama en cama se le iba la vida sin que él pusiera mucho empeño en cambiar el patrón. Algunas noches fantaseaba con la idea de borrarse del todo y comenzar una nueva historia en un escenario sin estrenar, pero le estorbaban la educación, la responsabilidad y el miedo.
Sonó el teléfono, un antiguo compañero de la universidad del que no había tenido noticias en un par de años estaba del otro lado de la línea. “Pensé que necesitabas saberlo, después de todo creo que nunca pudiste olvidarla completamente, Ella tuvo un accidente, alcancé a verla con vida en el hospital, lo último que dijo fue tu nombre”. Él no contestó nada, en su mente solo daba vueltas la otra llamada. Dejó caer el teléfono mientras se daba cuenta que Ella había muerto hoy, pero él llevaba muerto 10 años.

jueves, junio 10, 2010

Va de nuevo.

Caminaba con prisa por las calles de la ciudad, el vientecillo de la mañana alborotaba mi cabellera como era habitual y un tímido rayo de sol acariciaba mi piel. Llegué al punto de encuentro, la calle lucía vacía. Me recargué en un árbol mientras nerviosamente mis dedos saltaban de una canción a otra en el walkman. Al levantar la mano para acomodar tras de la oreja ese rebelde mechón de cabello una conocida melodía avanzó lo suficiente como para despertar la nostalgia. Alcé la vista y entrando al café estaba él. El periódico resbaló de sus manos y cuando lo recogió su mirada chocó con la mía. Nos miramos fijamente unos segundos sin saber si correr a abrazarnos o correr a escondernos. La canción seguía sonando así que me enderecé y dí dos pasos hacia él, dudé, giré sobre mi eje e intenté alejarme. Me abrazó por la espalda mientras quedamente me decía "¿A dónde crees que vas?". Después de quedar como una tonta, inmadura e infantil le regresé el abrazo, sonreí mientras balbuceaba una especie de saludo-disculpa "Sabes que soy una soberana idiota, ¿de qué te sorprendes?". Sonó mi celular, mi cita había chocado y se disculpaba por no poder llegar al desayuno, ya después lo reagendaríamos. Las cosas no podían estar pasando de ese modo, no a mi, no hoy. Suspiré resignada por el cambio de planes, me despedí de él mientras le explicaba que me acababan de cancelar la cita y que lo mejor sería que me fuera de ahí. Él no me soltaba el brazo, dijo algo de aprovechar la ocasión e insistió en que desayunáramos juntos, su cita (el periódico) no se molestaría por el plantón.

Entramos al café y nos sentamos uno frente al otro, yo muda como pocas veces, él hablando como nunca antes. Pedí un café y un poco de fruta, él completó mi orden como en los viejos tiempos, esto era demasiado extraño. Intenté recordar cuando había sido la última vez que lo había visto y no podía recordarlo, había algo raro con él, siempre lo encontraba casualmente por las calles. Aunque no quisiera saber nunca nada más de él siempre terminaba sentada bebiendo café y perdiéndome en esos ojos profundos.

No escuchaba lo que me estaba diciendo, mis ojos estaban fijos en su boca, mi mente anclada en el pasado. "Flaca, siempre has sido peculiar"... Esa frase me sacó del ensueño, esa frase que había oído ya mil veces a lo largo de los años y que cada vez lograba sacudirme como una cachetada. "¿Peculiar?, Peculiar como rara que es pariente de fea, ¿verdad?" le dije retomando nuestro viejo diálogo y cerré los ojos esperando el "Boba" y el beso en la frente que daba por terminado nuestro estúpido ritual. Hay cosas que nunca cambian, pensaba mientras sus labios fríos se apoyaban en mi frente.

De pronto gritos, ruido de vasos rotos, gente corriendo caos. En su rostro siempre sereno se dibujó una expresión de miedo indescriptible, un viento helado entró por la ventana y me despertó. Anoche fue noche de tormentas, dentro y fuera.