Ante mi una calle tapizada de hojas secas, disfruto el crujido bajo mis pies y la sensación de cabello revuelto que el viento me proporciona. Un camino que no lleva a ningún lado y por lo mismo me conduce a lo más profundo de mi alma.
Hay veces que una debe purgar su alma, sacar todas las cosas y reacomodar el clóset de las emociones, encontrando en este arreglo (como en cualquier otro) viejas cosas sin utilidad de las cuales no podemos ni queremos deshacernos.
El aire silba entre las ramas de los árboles, parece que viene y susurra mi nombre, tu nombre y tantos nombres. Uno de los últimos rayos de la tarde se cuela entre los tejados, bañando todo con una dorada iluminación que nos presenta un casi sepia paisaje.
Y me encuentro, no de frente pero la observo de reojo, a una yo varios años más joven, que cierra los ojos de cara al viento y se deja llevar por sus pensamientos... el tiempo pasa y algunas cosas no cambian.
Cuantas tardes de otoño he reído entre lágrimas amargas, sin lograr identificar la alegría de la tristeza, aferrándome a la agridulce sensación de estar viva, de conservar mis sueños, de no dejarme vencer.
Y dentro de mi mente se repiten frases, ideas, sinsentidos. Incluso mecánicamente repito rituales que comprendo son inútiles, pero se han quedado grabados en mi ser como cicatrices de pasadas batallas, no me ayudan pero no me estorban, y en cierto modo creo que me marcan como lo que soy.
Nunca piso las líneas del piso, no paso por debajo de escaleras, y cada mañana elaboro mi afirmación... lo interesante es que después de tanto tiempo puedo identificar como nacieron esas supersticiones, pero no me da la gana cambiarlas.
Y un día pasa y otro más, y el año está a punto de terminar, recuerdo la época en que la espera por la navidad era eterna, y que cuando dejé de esperarla comencé a tener fines de año cada pocas semanas.
Hoy observo mi reflejo en el acrílico gastado del transporte público, atrapo para mi esa imagen y la comparo con imágenes similares captadas en momentos de dicha o de desesperación, no cabe duda que soy la misma... pero soy tan distinta.
Hay veces que una debe purgar su alma, sacar todas las cosas y reacomodar el clóset de las emociones, encontrando en este arreglo (como en cualquier otro) viejas cosas sin utilidad de las cuales no podemos ni queremos deshacernos.
El aire silba entre las ramas de los árboles, parece que viene y susurra mi nombre, tu nombre y tantos nombres. Uno de los últimos rayos de la tarde se cuela entre los tejados, bañando todo con una dorada iluminación que nos presenta un casi sepia paisaje.
Y me encuentro, no de frente pero la observo de reojo, a una yo varios años más joven, que cierra los ojos de cara al viento y se deja llevar por sus pensamientos... el tiempo pasa y algunas cosas no cambian.
Cuantas tardes de otoño he reído entre lágrimas amargas, sin lograr identificar la alegría de la tristeza, aferrándome a la agridulce sensación de estar viva, de conservar mis sueños, de no dejarme vencer.
Y dentro de mi mente se repiten frases, ideas, sinsentidos. Incluso mecánicamente repito rituales que comprendo son inútiles, pero se han quedado grabados en mi ser como cicatrices de pasadas batallas, no me ayudan pero no me estorban, y en cierto modo creo que me marcan como lo que soy.
Nunca piso las líneas del piso, no paso por debajo de escaleras, y cada mañana elaboro mi afirmación... lo interesante es que después de tanto tiempo puedo identificar como nacieron esas supersticiones, pero no me da la gana cambiarlas.
Y un día pasa y otro más, y el año está a punto de terminar, recuerdo la época en que la espera por la navidad era eterna, y que cuando dejé de esperarla comencé a tener fines de año cada pocas semanas.
Hoy observo mi reflejo en el acrílico gastado del transporte público, atrapo para mi esa imagen y la comparo con imágenes similares captadas en momentos de dicha o de desesperación, no cabe duda que soy la misma... pero soy tan distinta.
10 comentarios:
por eso no me gusta el otoño, jaja, las pone muy melancólicas
en cambio la prima vera las empieza a poner cachondonas, ja
es cierto, ya casi se acaba el año, con suerte y nos toca aguinaldo y pagamos algunas deudas
De niña yo igualmente evitaba las líneas del suelo, no por alguna superstición en especial, sino porque tenía la idea de que cada vez que lo hacía una comunidad de pequeños duendes se debilitaba, y por ende, también disminuía mi magia interior.
Al principio, caminaba viendo hacia el suelo para ver las líneas meticulosamente, me quedé acostumbrada a caminar viendo hacia el suelo en lugar de enfrente y qué buenos trancazos me he metido con postes y protecciones de ventanas...
... todo sea por no debilitar esa magia interna. ;)
Lindo día!!
El pisar la hojas secas es una de las actividades que más me gusta realizar en esta temporada... es la transformación, es la preparación a lo difìcil.
El movimiento se demuestra andando y, aunque el viento no lo podamos encapsular, si conocemos sus consecuencias cuando lo percibimos... eso lo hace medible, tanto como lo que (de seguro( hace que compartas con nosotros las lineas que acabamos de leer (que, por cierto, estàn muy padres)
yo=tambien=no=piso=ryita=y=aplasto=hojas=
a=veces="surfeo"=en=las=escaleras=del=
metro=pero=el=otonio=no=me=pone=triste=
me=gusta=opa=sacar=fotos=y=mentarle=la=
madre=a=fecal=el=usurpador=espurio
"Cuantas tardes de otoño he reído entre lágrimas amargas, sin lograr identificar la alegría de la tristeza, aferrándome a la agridulce sensación de estar viva, de conservar mis sueños, de no dejarme vencer." [me gustó]
Seguimos otoñales... y yo feliz
Saludos
regrese!!!
nada como las tardes de otoño.
me faltó el acento en la ultima é..regresé
pez: no es todo el otoño es sólo octubre, alégrate ya en 8 días acaba la tortura :P
jess: yo también me estampo con todo por no ver de frente, hace un par de semanas un compañero de trabajo me salvó de un descalabro seguro contra una saliente en el pasillo. Por cierto me encanta la teoría de la comunidad de duendes
exenio: y con la preparación adecuada enfrentar lo difícil no nos parecerá imposible.
chilangoleon: siempre he querido surfear en las escaleras del metro, pero como soy tan torpe motrizmente hablando me da miedo darme un tremendo madrazo.
marichuy: que bueno que te gustó esa parte, ahora que la releo creo que no me quedó tan mal :P Saluditos
simbad: rebienvenido, ande marinero a ponerse al día con el bló :P
Que sea el otoño de las hojas caídas más no de los ánimos.
Que sean breves las semanas por la esperanza y madurez que da el saber que en el cambiar no se deja de ser el mismo.
De la misma vida propia nos cobra el tiempo factura, pero que no caigan nuestras hojas antes de dar dulces frutos.
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