Ricardo trabajaba como chofer de mi exjefa cuando entré a mi chamba actual, un chavo más o menos de mi edad, sin mayores estudios, casado, con 3 hijos, uno de ellos nació enfermo.
Trabajaba por honorarios, sin prestaciones, con un horario a capricho de la necesidad operativa, pero nunca lo oí quejarse –ni cuando el sueldo le fue reducido en dos ocasiones-, siempre estuvo dispuesto a colaborar y lo hacía bien y de buenas.
Un chavo honesto, muy trabajador y con una gran actitud hacia la vida, sabe perfectamente que nadie le va a regalar nada, que es el único soporte de su familia y que quejándose no ganaría nada, había que trabajar en lo que hubiera. Para mi siempre fue un ejemplo su forma de enfrentarse a la adversidad, nada lo hacía “echarse pa’ tras”
Hace un par de semanas me enteré que se había abierto una vacante como técnico en la empresa en la que trabaja mi marido. Los requisitos no eran muy exigentes y ofrecían un salario digno y lo más importante prestaciones superiores a las de la ley. Sin dudarlo un instante –y a pesar de que Ricardo no cumplía al 100 con el perfil- decidí recomendarlo para el puesto.
Tras un par de entrevistas y de que se dieran cuenta la buena actitud del chavo decidieron darle la oportunidad.
El viernes vino a firmar su último recibo de pago y a agradecerme que lo recomendara para el puesto, le dije que ahora la pelota está en su cancha, que le eche muchas ganas como siempre y que le deseo mucho éxito en su nuevo trabajo.
Hoy empieza una nueva vida, si aprovecha la oportunidad –y no tengo dudas de que así será- su familia tendrá las herramientas para salir adelante, sus hijos podrán estudiar y prepararse para un mejor futuro. Lo más lindo de todo es que nadie le regaló nada, ni siquiera la oportunidad fue gratuita, él se ha ganado ese lugar con trabajo duro y buena actitud… eso es algo que me gustaría que muchos entendieran.
Finalmente diré ‘una recomendación puede ponerte en un buen lugar, pero solo un buen trabajo puede mantenerte’