Les aviso que está un poco largo. Espero comentarios.
Ella estaba sentada viendo por la ventana, él a pocas calles de ahí bajó por un café a la máquina del lobby.
Hacía más de un año que no tenían noticias el uno del otro, la idea de que todo lo vivido había sido sólo un sueño empezaba a pasearse por sus cabezas cada vez con más frecuencia.
Más de 10 años antes la casualidad los había reunido en una serie de eventos tan poco probables como inevitables.
Cada mañana el aroma del café evoca en él las imágenes de una sonrisa sincera del otro lado de la mesa, unos ojos que lo miran fijo pendientes de cada una de sus palabras, de sus movimientos. La chica del otro lado de la mesa parece absorta en la conversación y cada determinado tiempo asiente con un movimiento de cabeza mezclado con guiño que hace que a él le tiemblen las piernas.
En las tardes de lluvia el olor a tierra mojada la lleva de regreso a un estacionamiento encharcado donde alegremente se dedica a salpicar en los charcos con sus botitas cafés mientras un chico pálido la observa divertido. Él no puede apartar su mirada de la niña que retoza bajo la llovizna.
Pasa otro día, el sol se asoma tímidamente, casi como si temiera molestar a los transeúntes con su brillo. Dentro del micro ella juega a encontrarle formas a las grietas en la pintura del techo. Atrapado en el tráfico, apenas dos carros adelante, él se desespera por no poder avanzar.
Se acerca EL día del año. Ella decide que este año no lo buscará más, casi en ese mismo instante él decide que este año se dejará llevar.
Ella llega a su casa, comienza a empacar sin mucho cuidado las pocas cosas que la acompañarán en su viaje, voltea, ve al gato y se convence que no puede dejarlo atrás. Ya tiene los papeles listos, finalmente encontró el empleo ideal en una pequeña ciudad no muy lejos de la capital, le ofrecen casa, carro, un buen sueldo e inmejorables oportunidades de desarrollo dentro de la empresa, además que al irse podrá cerrar definitivamente ese capítulo que tanto le ha dolido.
Él se pregunta porque no apareció este año, se pregunta si estará bien, se pregunta si ya lo olvidó. Cierra los ojos y escucha en su mente los ruegos, las súplicas, el llanto. Recuerda sus ojos llenos de lágrimas y se acuerda cuánto le gustaba verse reflejado en ellos a primera hora de la mañana de días más felices.
El viento sopla fuerte, con el cabello revuelto ella regresa al lugar de su recuerdo más feliz, lleva en el bolsillo del pantalón la única carta que él le escribió. El papel está casi roto en los dobleces de tantas veces que ha sido leída. Se sienta en el pasto y deja que los recuerdos la invadan por última vez, a partir de mañana no dejará que vaguen por su mente tan libremente.
Él siente la apremiante necesidad de acudir a aquel jardín, algo dentro de su pecho lo empuja a llegar lo más pronto posible. A un par de cuadras se detiene a comprar dos alcatraces, no sabe bien porque pero siente que debe llevarlos.
El jardín está tapizado de hojas secas que crujen bajo sus pisadas. En el costado de la lomita una mancha clara llama su atención. Se acerca y levanta el maltratado papelito, al instante reconoce su letra y sus palabras, comienza a correr por todo el jardín y a llamarla a gritos, piensa que con este aire es imposible que el papel lleve demasiado tiempo justamente en ese lugar.
Un micro le hace la parada a una muchacha bañada en llanto, ella paga y se acomoda en la parte de atrás, evita voltear por la ventana, quiere dejar todo atrás. Sin querer ve el reflejo de un muchacho caminando hacia el jardín con un par de alcatraces, cierra fuerte los ojos y cuando los abre la imagen no está más, el micro empezó a avanzar.
Afuera del edificio gris un taxi espera con las intermitentes prendidas, ella baja con un par de maletas, una caja con libros y la jaula de su gato. El taxista le ayuda a acomodar todo. Ella le pide que antes de llevarla a la central de autobuses pasen a ver una casa vieja no muy lejos de ahí.
Él llega al edificio gris y llama insistentemente al departamento del segundo piso. Decide sentarse en las escaleras a esperar que ella aparezca. Un vecino lo encuentra y le informa que precisamente hoy la chica que vivía ahí se mudó y no sabe a dónde.
Vestida de blanco, con el velo puesto, ella recuerda que justamente hace 3 años decidió salirse de la capital para probar suerte en provincia. Pocos meses después conoció al que hoy se convertirá en su esposo. Se mira al espejo y sonríe, no cabe duda que es una mujer afortunada. Desde la ventana su gato le reprocha la poca atención que le ha puesto últimamente, ella lo acaricia y le promete que cuando regrese todo será distinto.
Con un traje oscuro él se prepara para ir al registro civil. Después de casi 2 años de vivir con su novia ha decidido darle gusto y casarse con ella. Se mira al espejo y no reconoce la imagen que con tristeza lo observa. Quisiera saber que ella es feliz para poder continuar con su vida, pero no ha logrado encontrarla. Se acomoda la corbata y da media vuelta.
En el aeropuerto el cansancio hace que en ella se asome un bien maquillado gesto de tristeza, él camina justo hacia ella mirando al suelo. En un instante sus miradas chocan, pero antes de que puedan reaccionar los ríos de gente los llevan en distintas direcciones.
Han pasado varios años y ella no deja de pensar que ese día su cerebro agotado le jugó una broma muy cruel, él cada mañana se repite que lo que vio no pudo ser real.
La cafetería de siempre está casi vacía. Ella pide su café y se sienta en la mesa de la ventana. Él entra y pide su café para llevar.