martes, mayo 17, 2011

Símbolos

Cada historia va haciendo suyos ciertos símbolos, una frase, una palabra, un garabato, una canción, un lugar, un elemento, un color, un gesto, una situación. Símbolos que se traducen en la complicidad que todo lo une, complicidad que le da sentido a lo que son.

Las historias son entes vivos, evolucionan, crecen, se separan, se reunen, mueren. No hay dos historias iguales.

Cuando una historia termina sus símbolos se quedan flotando en el aire, al acecho, como potenciales detonadores de cascadas de recuerdos, de añoranzas. Te toman por asalto y te mandan de vuelta a un pasado compartido... porque las historias no son tuyas, las historias les pertenecen a todos los protagonistas por igual.

Pero a veces pasa que llega alguien más, sin saberlo toma uno de esos símbolos y lo reinterpreta. Lo carga con nuevas memorias y a fuerza de uso se adueña de él. Poco a poco le va drenando los tristes recuerdos antiguos y los va sustituyendo con memorias frescas, menos dolorosas.

Alguna vez leí que la única manera de deshacerte de un mal hábito es la sustitución, porque es más fácil hacerte de un buen hábito nuevo que simplemente dejar un mal hábito. Entonces, el secreto era 'llenar' el espacio/tiempo del mal hábito con un buen hábito que sea incompatible y de ese modo, al cabo de un tiempo y con cierto esfuerzo, el buen hábito acabaría tomando el lugar de aquello que queremos dejar.

Supongo que algo similar funciona para el olvido. No se puede simplemente borrar de la memoria, hay que reescribirle encima. Un día de pronto, te das cuenta que ese símbolo que de inmediato te transportaba a X situación sin importar quien lo emitiera ya no lo hace más, ahora a veces te remite a X, a veces a Y y otras tantas te deja indiferente, el proceso de sustitución ha comenzado.

Los símbolos (como todo en esta trinche vida) resultaron ser de quien los trabaja.

sábado, mayo 14, 2011

Del aire y yo

Caminaba por la orilla del abismo demasiado ensimismada para darse cuenta del peligro. ¿En verdad importaba el riesgo de la caída si podía disfrutar del viento revolviendo su cabello? El vacío la atraía con fuerza, la nada reclamaba para sí su cuerpo, y ella dócil, de pie en el acantilado se dejaba desear.

Desde ese punto la tierra parecía postrarse a sus pies, se sentía dueña de todo, abrazada por la nada. Sola, en el pico del mundo sin nada más que sus pensamientos y el viento. Siempre el viento.

Cerró los ojos y sintió el aire que la envolvía, la embriagaba y la poseía. El tiempo se detuvo un breve instante. La brisa entre las ramas de los árboles allá abajo susurraba su nombre, la reclamaba como propia. Y ella tan ausente y tan apasionada del viento se dejaba seducir. Su cuerpo temblaba como hoja en otoño, sabía que su destino era caer, dejarse ir, entregarse al viento y olvidar el resto, poco importaba que iba a pasar después.

Con decisión dio un paso al frente, dispuesta a dejarse tragar por un todo que era nada...

Alguien la detuvo bruscamente de un brazo. "¿Estás loca? Estuviste a punto de perder la vida arrojándote por el despeñadero". Ella volteó, sonrió con tranquilidad y contestó "No pierdes algo que sabes dónde termina", se soltó del brazo que sentía como grillete y se arrojó al vacío.