En mi época universitaria solía desayunar en Café Diseño casi a diario. Me llevaba bastante bien con los chavos que trabajaban ahí. Cuando la fila era demasiado larga yo los saludaba desde lejos, les guiñaba el ojo y agandallaba una mesa (o me sentaba en alguna de las que tenían mis amigos) y esperaba que me llevaran mi desayuno que invariablemente aparecía acompañado de la frase "¿Lo de siempre, verdad flaca?" Lo de siempre incluía unos huevos con tocino, un mokachino y un jugo de toronja (si no había tocaba naranja).
Casi siempre nos juntábamos en la cafetería los mismos, muchos con el paso del tiempo nos hicimos amigos y a muchos otros con los que jamás crucé palabra los consideraba parte de mi paisaje habitual, mis entrañables desconocidos.
Cuando alguno de mis entrañables desconocidos dejaba de aparecerse por varios días en la cafetería yo empezaba a extrañarlo, me sorprendía dando un sorbo a mi jugo y preguntándome si se encontraría bien. De ahí se desprendían tantas cosas, pasaba el resto del día e incluso de la semana imaginando las historias detrás de aquellos con quienes me topaba en la calle.
Un día me percaté del algo perturbador. Yo, que tanto me esforzaba por crear historias ocultas tras el rostro de los desconocidos no había tenido la sensibilidad de notar las que se escondían en los sutiles gestos de mis compañeros y amigos. En realidad todos teníamos una historia oculta, eso que nadie sabe, que nadie imagina, fantasmas y demonios que nos acompañan a cada paso, que a veces escondemos bajo el colchón pero nos toman por asalto cuando menos lo pensamos.
¿Con quién compartía mis demonios en ese entonces? ¿Con quién los comparto hoy? ¿A quién le importaban hace 15 años? ¿A quién le importan hoy? Y mis demonios y mis fantasmas no desaparecen, se van de parranda y vuelven ebrios, escandalosos y con nuevos amigos, luego vienen sus crudas y sus arrepentimientos, se esconden en un cajón vociferando que nunca más, que no lo vuelven a hacer, que ya no saldrán... y en un día cualquiera los encuentro brindando con wodka y bailando bajo la lluvia. Al paso de los años algunos se han desdibujado, ya son apenas la sombra de lo que solían ser, pero otros se han vuelto más fuertes y más osados. También están los nuevos, tan jóvenes e imprudentes que suelen ser quienes rompen los sellos y liberan a los demás.
Hoy me siento en esta oficina y cierro los ojos, casi puedo ver las paredes pintadas de Café Diseño, oír las risas de los civiles en la mesa de fondo, oler el tocino en la cocina, sentir el abrazo de mis amigos, probar el café que me quemaba la lengua. Hoy extraño tanto a tantos, pero en particular extraño a esos desconocidos que servían como referencia en mis días, pues mis días ya no tienen esas pausas que me permitían sentirme parte, ya no tienen el espacio en el que únicamente cabíamos mi desayuno, mis libros (o mis hojas si estaba en periodo de escribir) y yo. Extraño estar rodeada de cuates y no prestarles atención, sentirme protegida con su barullo mientras me hundía en el libro en turno sabiendo que ellos estaban ahí, que todo estaba en orden.
10 comentarios:
escelente post, te luciste y me hiciste recordad
;)
¿escelente? ¿recordad? ¿andáis ebrio par hasard?
Simbad: gracias ^^
Pez: ejem ejem ¿y a mi ni me saludas?
hola preciosa, jeje
a mí en lo particular no me gusta mucho pensar en épocas pasadas, corro el riesgo de deprimirme (más)
creo que se llamaba La Carreta y había otro restaurante/cafetería
A veces los recuerdos hacen traer tristes memorias de lo que fué y ahora no puede ser. Sin embargo, llena el espiritu y hace que busquemos lo que valió la pena en nuestro presente. Saludos¡
WOW, con las epocas pasaderas, eso es recordar, pero el presente, en el presente seguro tienes otras formas de atrapar demonios... hasta los mas jovenes se volveran viejos algun dia... o no?
Alletta
Sin duda, mi época universitaria y preparatoriana, fueron de lo más disfrutable. Esos desayunos y tertulias, yo tampoco las olvido. Y aunque a veces, siento que han pasado siglos; en otras, aún puedo ver a mis compañeros, escuchar el ruido de la cafetería y saborear los molletes que solíamos compartir.
Saludos
pez: ¡qué exagerado!
Luis: pues trae memorias agridulces, hubo (y sigue habiendo) de todo.
Fhercho: los jóvenes de volverán viejos pero nacerán nuevos, un ciclo eterno.
Marichuy: hay recuerdos que son casi como estar ahí... por eso me gusta tanto escribir de esa época.
pues este post es de las maravillas que sacas y luego tuiteas nada mas en 140 caracteres ;)
... creo que esas épocas son inigualables por mas que pasa el tiempo e sgrato aun a pesar de los años... y la memoria que no nos traicionaa corto o largo plazo hace que tengamos buen recuerdo de sabores, olores, personas y acompañantes.
el tocino no me gusta ni me lo recuerdes :S
:)
Jo: no me hagas sentir más culpable, hay días en los que volteo y veo el abandono en el que tengo mi blog y casi lloro... luego voy y descargo eso en twitter y me olvido... círculo vicioso.
Publicar un comentario