Tenía la esperanza fatigada y los sueños arrumbados, el tiempo parecía repetirse en un ciclo infinito, había perdido la confianza en retomar el rumbo. Su vida era todo lo habían soñado para él, pero estaba lejos de ser lo que él hubiera querido. Un par de errores, aparentemente sin importancia, cuando era un chamaco lo habían situado en el camino que hoy entendía equivocado.
Sentado frente a la computadora drenaba su amargura escribiendo versos de amor para una Ella prohibida, mientras el café se enfriaba sin haber sido probado. Cerró los ojos e imaginó su cara, el gesto de fastidio que cada mañana se dibujaba en su rostro al llegar a la facultad, la mirada severa que lo dejaba sin palabras, los labios sin sonrisas que hace tanto no había besado. Hacía ya tantos años que lo habían intentado y dejado sin entusiasmo que no entendía como podía seguir pensando en Ella, siempre en Ella y solamente en Ella.
El viento y la lluvia azotaban la ventana y él contenía el deseo de abrirla y aventarse de cabeza al vacío, para alguien con el corazón desolado no había diferencia entre el ahora o el mañana. Sonrió con desdén mientras pensaba que tampoco de eso sería capaz, si no tuvo los huevos para hacer una llamada hace 10 años menos los tendría para terminar con su vida hoy. Derrotado nuevamente volvió la vista al cursor que parpadeaba en la pantalla.
La soledad le caía mal, lo obligaba a pensar y a enfrentarse a sus demonios. Tres o cuatro semanas al año se quedaba solo pues el trabajo de su esposa la obligaba a atravesar el océano, la diferencia de horas hacía muy escasa su comunicación en esos días, de forma que sin poder ni querer evitarlo fingía que ella no existía.
Y eran justo en esos días cuando Ella volvía a tomar fuerza en su mente, comenzaba por adueñarse de sus sueños y terminaba por invadir cada segundo de su vigilia. Más de una vez terminó enredándose entre sábanas con alguna mujer que le recordara a Ella. La poseía con furia, con coraje, queriéndose cobrar el tiempo perdido, pero al terminaba nuevamente decepcionado pues no era Ella. Era, en el mejor de los casos, una mala copia que el cerebro había fabricado para mostrarle la realidad en el peor momento.
Así, entre la farsa de un matrimonio exitoso y sus clandestinas aventuras de cama en cama se le iba la vida sin que él pusiera mucho empeño en cambiar el patrón. Algunas noches fantaseaba con la idea de borrarse del todo y comenzar una nueva historia en un escenario sin estrenar, pero le estorbaban la educación, la responsabilidad y el miedo.
Sonó el teléfono, un antiguo compañero de la universidad del que no había tenido noticias en un par de años estaba del otro lado de la línea. “Pensé que necesitabas saberlo, después de todo creo que nunca pudiste olvidarla completamente, Ella tuvo un accidente, alcancé a verla con vida en el hospital, lo último que dijo fue tu nombre”. Él no contestó nada, en su mente solo daba vueltas la otra llamada. Dejó caer el teléfono mientras se daba cuenta que Ella había muerto hoy, pero él llevaba muerto 10 años.
Sentado frente a la computadora drenaba su amargura escribiendo versos de amor para una Ella prohibida, mientras el café se enfriaba sin haber sido probado. Cerró los ojos e imaginó su cara, el gesto de fastidio que cada mañana se dibujaba en su rostro al llegar a la facultad, la mirada severa que lo dejaba sin palabras, los labios sin sonrisas que hace tanto no había besado. Hacía ya tantos años que lo habían intentado y dejado sin entusiasmo que no entendía como podía seguir pensando en Ella, siempre en Ella y solamente en Ella.
El viento y la lluvia azotaban la ventana y él contenía el deseo de abrirla y aventarse de cabeza al vacío, para alguien con el corazón desolado no había diferencia entre el ahora o el mañana. Sonrió con desdén mientras pensaba que tampoco de eso sería capaz, si no tuvo los huevos para hacer una llamada hace 10 años menos los tendría para terminar con su vida hoy. Derrotado nuevamente volvió la vista al cursor que parpadeaba en la pantalla.
La soledad le caía mal, lo obligaba a pensar y a enfrentarse a sus demonios. Tres o cuatro semanas al año se quedaba solo pues el trabajo de su esposa la obligaba a atravesar el océano, la diferencia de horas hacía muy escasa su comunicación en esos días, de forma que sin poder ni querer evitarlo fingía que ella no existía.
Y eran justo en esos días cuando Ella volvía a tomar fuerza en su mente, comenzaba por adueñarse de sus sueños y terminaba por invadir cada segundo de su vigilia. Más de una vez terminó enredándose entre sábanas con alguna mujer que le recordara a Ella. La poseía con furia, con coraje, queriéndose cobrar el tiempo perdido, pero al terminaba nuevamente decepcionado pues no era Ella. Era, en el mejor de los casos, una mala copia que el cerebro había fabricado para mostrarle la realidad en el peor momento.
Así, entre la farsa de un matrimonio exitoso y sus clandestinas aventuras de cama en cama se le iba la vida sin que él pusiera mucho empeño en cambiar el patrón. Algunas noches fantaseaba con la idea de borrarse del todo y comenzar una nueva historia en un escenario sin estrenar, pero le estorbaban la educación, la responsabilidad y el miedo.
Sonó el teléfono, un antiguo compañero de la universidad del que no había tenido noticias en un par de años estaba del otro lado de la línea. “Pensé que necesitabas saberlo, después de todo creo que nunca pudiste olvidarla completamente, Ella tuvo un accidente, alcancé a verla con vida en el hospital, lo último que dijo fue tu nombre”. Él no contestó nada, en su mente solo daba vueltas la otra llamada. Dejó caer el teléfono mientras se daba cuenta que Ella había muerto hoy, pero él llevaba muerto 10 años.
1 comentario:
Está buena esta entrada.
Y lo peor... es que por imposible que parece, sí se dan los casos.
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